“Pasar de todo” se ha convertido en una expresión cotidiana para describir a quien no se deja alterar por nada. Pero en realidad, pocas personas logran ese equilibrio sin caer en la indiferencia o la desconexión emocional.
La ansiedad por comer va más allá del hambre física. Muchas veces responde a emociones no gestionadas, estrés o vacíos afectivos.